Yo quería llevar al Soleao a conocer este café de La Traviata, por aquello de ir a un café así como rancio, de los de antes. A mí me gustan mucho por aquello del aire retro y el ambiente -artificial y ficticio- de principios del siglo XX.
Pero quería volver también por una cosa concreta: la última vez que estuve, el café sabía a Starlux de pescado. O de Avecrem, no sé, pero sabía a pescado. Tenía yo curiosidad por comprobar si, cinco años después, el café ya lo ponían con sabor a café.
Café solo-corto-italiano-espresso para el Soleao (maníatico que es él para esto del café), y café bombón para mí (golosona que soy yo). Sí, chicos, sí, el café sabía a café, prueba superada. El ambiente, amigable. Los baños, grandes y limpios (esto de los baños es uno de los puntos que al Soleao le convencen a la hora de querer volver a un sitio), la charla con el Soleao de dos horas, inolvidable.
¿Los precios? Para que el Fiscal General del Estado les abra una investigación de oficio. Más que La Traviata debería llamarse La Engañifla Para Turistas. ¿Volveré? Creo que no, buenas conversaciones con el Soleao puedo tenerlas en más y mejores sitios sin tener que dejarme 5 euros por dos cafés.
Dónde está: Plaza de Isabel II, 2, metro Ópera.
Puntuación:

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